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Los denominados eSports empiezan a dibujar en la sociedad occidental, más allá de la ya bien iniciada asiática, un papel de primera magnitud entre los ciudadanos.
De hecho, empiezan a aflorar del sustrato de la actividad incipiente de los denominados juegos electrónicos, para querer convertirse en verdaderos deportistas de un juego, que difiere tanto de los tradicionales en lo convencional, pero que pudieran resultar muy semejantes en aquellos aspectos tan recurrentes con los que conviven diariamente muchos deportistas de nuestro país, como pudiera ser el caso de entrenamientos, preparación física, reglamentos de juego, sistemas de arbitraje, y lo que pudiera ser más necesario, un marco normativo que califique al que lo practica como deportista.
Desde luego a nadie se le escapa que si existe una simetría con el deporte convencional, por causa de su máximo exponente que pudiera ser el deportista, habría que poner en marcha todo un mecanismo de interiorización dentro de una estructura del deporte que si algo lo califica, es de conservadora. Tan conservadora que previene su estatus actual de una organización más cercana a la realidad de los años setenta, que a la actual del siglo XXI.
Por tanto, el contexto en el que se debiera una acercarse a este nuevo juego deportivo, no debería ser sólo el hecho de la existencia de muchos practicantes, porque el hecho de practicar el deporte, no entraña la existencia de una necesidad de estar federado.
Las cifras ya señalan que en España sólo el veinte por ciento de la población que practica deporte es federada; sino al hecho de la existencia de relaciones mercantiles y contractuales, que van más allá del escenario el juego y que trascienden al escenario de la sociedad, y que pudieran configurarse con un supuesto escenario de competición que da visión de una organización internacional, con tintes ciertamente de asimilación de escenario deportivo.
Y es ahí en ese escenario, quizás, donde se debiera llevar a cabo una reflexión ante lo que son panoramas deportivos nuevos. Pero, que pretenden trascender del escenario del juego, al escenario de la competición y profesionalización.
Y todo ello, bajo el abarcamiento de una legislación nueva, pues la existente, ya se muestra insuficiente, desde hace años, a lo que podríamos denominar el deporte profesional, especialmente, en lo que se refiere al deportista. De hecho, ni siquiera acierta a definir lo que sería un o una deportista profesional, tanto en la parte del deporte colectivo, como el individual. Bajo la insuficiencia de concepto de su propio régimen jurídico.
Tocaría, quizás, abrir esa reflexión, trasladar a ese mundo del deporte más tradicional esos nuevos juegos del siglo XXI, con la connotación de la aplicación de una tecnología concomitante con la intervención del deportista y la deportista.
Es el desafío de un marco normativo, y el de la propia sociedad, si asume que en estos nuevos juegos, configurados en el sistema del escenario de la tecnología, conforma territorio deportivo y de competición.
María José López González
Abogada