Se refería Jean Renoir en su película “La gran ilusión” que el mundo estaba dividido horizontalmente por afinidades y verticalmente por fronteras. En un mundo globalizado, como el actual, no se puede decir que amamos y protegemos la igualdad y, por otro lado, admitimos la segregación porque se imponen los balances económicos. Aceptar una Supercopa de España en Arabia Saudí es extraño, extravagante y, sin duda, un claro caso de fuera de juego.
Aún más, cuando se tiene por justificativos, con todo respeto, comentarios como el del máximo responsable de ese país en el deporte, el príncipe Abdulaziz Bin Turki.: “No somos perfectos, pero estamos cambiando”. ¿En qué sentido, en pleno siglo XXI?. Teniendo en cuenta que los avances sociales hoy por hoy constituyen el valor más identitario de este siglo.
Aceptemos una Supercoa en ese país por dinero, pero no tomemos la indignidad de justificar la discriminación en tono de segregación. Estas mujeres podrán ir al estadio, y estarán felices aplaudiendo ese día con gran profusión y colorido, que ya en esto significa aceptar un tono de utilización que pudiera denigrar, exponiéndose como una especie de experimento de avance social. ¿Pero el día después? ¿Continuarán con ese status de segregación y discriminación, una vez haya concluido el partido?.
Y esto en el contexto de nuestro país, de una organización tan potente como la Real Federación Española de Fútbol, que corrobora los Objetivos del Desarrollo Sostenible, en cuyo punto 5 señala: Alcanzar la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y niñas. Institución vinculada a un país cuyo artículo 14 proclama el derecho a la igualdad y a la no discriminación por razón de sexo.
La igualdad entre mujeres y hombres es un principio jurídico universal reconocido en diversos textos internacionales sobre derechos humanos, entre los que destaca la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, aprobada por la Asamblea General de Naciones Unidas en diciembre de 1979 y ratificada por España en 1983. Lo que significa que nos vincula a todos los españoles.
Se trata, sin duda alguna, de una reflexión personal, en el que he de situarme en el ámbito del Derecho. Por lo que metiéndome en las posiciones de Norberto Bobbio y no de Kelsen, he de reconocer que me cuesta entender, y menos asumir justificaciones de segregación como paliativo, a lo que no es más que una desigualdad y discriminación en toda regla.
El principio de igualdad no es un manifiesto vertical, es una convicción expresada en esos Tratados y Convenios Internacionales que procuran que este mundo globalizado no quede al vacío de regímenes que discriminan, por razón de sexo a las mujeres. La globalidad del mundo actual, se es consciente que partió desde el ámbito de grandes multinacionales, para lograr espacios de mercado; pero fue la sociedad civil y, menos los Gobiernos, los que han dado carta de naturaleza a esos derechos universales, ante esas miles de transacciones comerciales. De ahí los objetivos del Desarrollo Sostenible.
Por lo que resulta incomprensible aceptar maridajes de falta de derechos, y discriminación real, frente al imperio de los balances económicos. Incluso admitiendo, lógicamente, que se puede dar. Una sociedad crítica, y un movimiento social crítico no puede banalizar en un tema que en puridad significa hurtar de derechos a una parte de la población, por motivos de género.
En la entrevista el responsable de deportes de Arabia Saudí, invita a las mujeres españolas a que vayamos para allá, y yo le invitaría a que de forma inmediata formulen, como país, leyes que proclamen, protejan y apoyen que las mujeres de Arabia Saudí ejerzan sus derechos en igualdad; como yo los ejerzo en España y seguro que si yo visito aquel país, los podré ejercer, ¿y el resto de mujeres de Arabia Saudí? Y lo hago desde el respeto a ideas y costumbres, nunca supeditadas a lesión de derechos fundamentales.
María José López González
Abogada especialista en Derecho Deportivo