La comunidad internacional, a través de las Naciones Unidas, ha establecido en la denominada Agenda 2030 todo un catálogo de respeto a los derechos humanos. Y los países han ido incorporando ese compromiso por los derechos fundamentales como objetivos de sus políticas públicas.
Por lo que no debieran caber comportamientos, que como la decisión del Presidente Ruso tienen como objetivo invadir un territorio soberano, Ucrania, y lo que es más dramático emprender un conflicto con víctimas humanas, en base a un ego imperialista. Ya ese país, vivió esa rebelión contra ese imperialismo, muy gráficamente en la película “Acorazado Potemkin” de Einstein.
Del deporte y de los eventos deportivos siempre se predica el concepto de los valores, base para la convivencia entre países que compiten para en buena lid medirse en una sana competencia. Al mismo tiempo, el deporte es el escaparate de proyección internacional, capaz de mostrar identidades de países a nivel internacional. Por otro lado, han sido en JJOO y eventos deportivos, cercados por conflictos bélicos, el escenario de paz, el conocido principio de la tregua deportiva. Pero esa tregua deportiva no puede blindarse, ni siquiera mostrarse ajena cuando el conflicto bélico se produce con tal impunidad, que mata, y en pleno siglo XXI porque el imperialismo de un dirigente, quiere cambiar las reglas del juego del orden internacional. Y hacerlo, en el caso nuestro, en un marco europeo, territorio de paz.
Por esto, todas las instancias del deporte internacional no pueden mirar hacia el otro lado, y combatir, con la diplomacia de la palabra y sus decisiones, conductas que entrañan la muerte del ser humano, como objetivo de la expansión. Esas organizaciones deportivas están tomando cuenta de todo ello y están decidiendo que Rusia no puede albergar acontecimiento deportivo alguno, como país, mientras las autoridades continúen en la escalada de violencia, generada por el deseo expansionista de un más que dudoso líder democrático, a los efectos de hacer crecer un territorio en el pasado conformado por una potencia territorial, que ahora lo es nuclear.
Así pues, es acertado, por ejemplo, el que ya no será San Petersburgo la sede de la final de la Champion Leagues, el próximo 28 de mayo. Y se han empezado a cancelar campeonatos con sede en ese territorio ahora beligerante con gran parte del mundo. Es la diplomacia deportiva que tiene sus efectos. El de poner frente al espejo decisiones que no pueden ser admitidas, por organizaciones que proclaman en sus códigos éticos, y en la suscripción de acuerdos internacionales la paz y el respeto a los derechos humanos. Toca reaccionar y hacerlo desde la palabra y el compromiso de los hechos. Singularmente cuando todo el mundo permanece atónico a esta forma de hacer política, generadora de violencia y de terror.
El pitido del fuera de juego no debe de dejar de sonar, mientras exista esa ambición de invadir injustificadamente un territorio soberano. Y hace bien el deporte, en general, en tomar partido por el equipo de la paz, y rechazar al tramposo que pretende cambiar las reglas de juego.
Claramente así lo señalaba la pensadora, Hannah Arendt, en su teoría de la banalidad del mal, con la referencia, del escenario europeo de la Segunda Guerra Mundial, sobre la imperiosa necesidad de saltar al terreno de juego del combate dialéctico, para contrarrestar el pensamiento único, con el objetivo de luchar contra la convicción ideológica impuesta, destinada a la maldad, bajo el concepto de que muchos de las personas que participaron de la barbarie carecían de pensamiento. Es por ello que la sociedad debe de estar atenta y revolverse frente a esos síntomas de generar el terror; para tratar de modificar y transformar nuestro modelo social y de valores, por mor de un imperialismo trasnochado que entiende que todo el territorio le pertenece.
Las organizaciones deportivas nacionales e internacionales deben actuar para, sin duda alguna, obligar a mirarse al espejo a aquellos dirigentes, que como el Ruso, desprecian la soberanía de los países, y tratan sobre una supuesta impunidad generar muerte entre la población civil. En este caso la neutralidad como forma de omisión, no puede permitir que en los palcos deportivos estén personajes que sustancian decisiones basadas en la violencia, o dar escenario público a un país que rompe la paz, como regla de juego de la diplomacia internacional.
Fdo. Maria José López González
Abogada