El último hurra’ –‘The Last Hurrah’ (John Ford), 1958– nos habla de
la política y del político y de la importancia de la valentía y el
coraje para hacer lo que la sociedad confía a los que legislan por las
ideas, para cambiar las cosas. Pues bien, porque es mi tema quiero
acercar la mirada al deporte. Un deporte que sigue siendo un referente
de país, y que siempre es el diálogo recurrente en los éxitos deportivos
y en sus deportistas. A pesar de ello, la Ley del Deporte de 1990 no ha
dado verdadera cabida al epicentro en el deporte que es el deportista. Y
así, nos encontramos con espacios simulados de profesionalismo que no
lo son. Inversiones de mecenazgo que no lo son, y estructuras privadas
que tampoco lo son, bajo el tutelaje de lo público. Y hete aquí que
estamos en pleno proceso post electoral y puede ser buen momento, a
pesar de los pactos en lo que se están inmersos, para los que estamos en
el mundo del deporte, encaminar el escenario futuro, con las vistas más
claras en el presente. Más de treinta años, unas tantas décadas, de un
marco normativo que hoy ya está en muchos casos en las antípodas de lo
que hoy se demanda. Por lo que es absolutamente necesario ponerse a
ello, exigirlo como deber de legislatura, y contextualizarlo, en una
sociedad inmersa en los denominados ODS –Objetivos del Desarrollo
Sostenible– que fueron aprobados en el marco de la Asamblea General de
la ONU en septiembre de 2015, bajo 17 objetivos con el horizonte del año
2030. De entre ellos, y observando la transversalidad que concita el
deporte, esta futura ley debería centrarse en algunos de ellos –salud
(objetivo 3), igualdad (objetivo 5), trabajo decente (objetivo 8),
reducción de las desigualdades (objetivo 10), producción y consumo
responsable (objetivo 12), acción por el clima (objetivo 13), paz,
justicia e instituciones sólidas (objetivo 16) y alianzas para lograr
estos objetivos ( objetivo 17).
Aprovechando,
a lo mejor se debería hacer un inciso en el tema de la mercantilización
de los derechos de retransmisión televisiva y la confluencia de
escenarios de carácter económico y, por ende, definir quiénes son los
verdaderos propietarios de esos derechos
Como se puede ver, los ODS, y más en este país que se posiciona y se
debe posicionar para la organización de grandes eventos deportivos,
deberían ser elementos programáticos en sus decisiones. La igualdad, la
sostenibilidad, el respeto por el medio ambiente y la cooperación
debieran ser piezas claves en esa futura Ley Del deporte. Además de,
quizás, aprovechar para incidir en algo que a raíz de la huelga del
fútbol femenino debe ser causa de reflexión, y tiene que ver con la
especificad de la actividad profesional, con la definición de la jornada
de trabajo y el escapismo a la que puede ser sometida, cuando la
vinculación real al club va mucho más allá de la jornada de partidos y
entrenamientos. Y, desde luego, de lo que no debería prescindirse ni un
tiempo más es de todo lo que tiene que ver con el escenario de la
desigualdad, que el amateurismo no esté condicionado por la nebulosa de
unas relaciones laborales inciertas, cuando son y a todos los efectos
profesionales. Y, ya aprovechando, que se pudiera retocar el Real
Decreto 1006 del año 1985; a lo mejor se debería hacer un inciso en el
tema de la mercantilización de los derechos de retransmisión televisiva y
la confluencia de escenarios de carácter económico y, por ende, definir
quiénes son los verdaderos propietarios de esos derechos, junto con las
implicaciones en un contexto en el que inciden determinados factores:
clubes, deportistas, Gobierno, Federación y ventanas.
UnAbogada, especialista en Derecho deportivo. Codirectora de los Servicios Jurídicos del Sindicato de Futbolistas, AFE.